Había una vez un mundo mágico en el que los colores tenían vida propia. Cada color tenía su propia personalidad y vivía en su propio reino. Había un reino rojo, uno azul, uno amarillo, uno verde y muchos más. Cada color se sentía especial en su propio mundo, pero a veces, deseaban experimentar lo que era vivir en otros reinos.
Un día, en el Reino Amarillo, vivía un color amarillo brillante llamado Sunny. Sunny era muy amigable y siempre estaba dispuesto a hacer nuevos amigos. Un día, decidió visitar el Reino Azul, donde vivía su amigo Bluey, un color azul suave y sereno.
Cuando Sunny llegó al Reino Azul, quedó deslumbrado por la belleza de los campos azules y el cielo azul brillante. Se reunió con Bluey y pasaron un tiempo maravilloso juntos, explorando el reino y compartiendo historias de sus propios mundos. Sunny aprendió mucho sobre la calma y la tranquilidad de vivir en el Reino Azul.
Después de una semana, Sunny decidió regresar a su hogar en el Reino Amarillo. Bluey le dio un pequeño regalo: una caja de tinta azul. Dijo: «Sunny, cuando mires esta tinta azul, recuerda la serenidad y la paz que encontraste en nuestro reino. La amistad trasciende los colores, y siempre tendrás un amigo en mí».
Sunny regresó al Reino Amarillo con la tinta azul y compartió su historia con sus amigos amarillos. Comprendieron que la amistad no conocía fronteras de colores y que podían aprender cosas maravillosas de otros reinos.
Un día, un color verde llamado Grassy estaba explorando el Reino Amarillo y conoció a Sunny. Sunny compartió su historia sobre su amistad con Bluey y mostró la tinta azul que le había regalado. Grassy quedó fascinado y decidió visitar el Reino Azul.
En el Reino Azul, Grassy conoció a Bluey y rápidamente se hicieron amigos. Bluey le regaló una caja de tinta verde como símbolo de su amistad y le dijo: «La amistad es como un arcoíris, llena de colores y aventuras. Nunca dejes de hacer nuevos amigos».
Grassy regresó al Reino Amarillo con la tinta verde y compartió su historia con los colores amarillos. A partir de entonces, los colores de diferentes reinos comenzaron a visitarse mutuamente y a aprender sobre las maravillas de la diversidad.
Y así, en el mundo mágico de los colores, todos comprendieron que la verdadera amistad no se limitaba a un solo color. Aprendieron a valorar y respetar las diferencias de cada uno, y juntos crearon un mundo aún más hermoso y vibrante. Desde entonces, el mundo de los colores se llenó de arcoíris que unían a todos los reinos en una amistad eterna.
Los niños que escucharon esta historia aprendieron que la amistad puede superar cualquier diferencia y que la diversidad enriquece nuestras vidas. Mientras se acurrucaban en sus camas, imaginaron un mundo lleno de colores y amistad, y se durmieron con sonrisas en sus rostros, listos para soñar con aventuras en el mundo de los colores.
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